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Hubo un tiempo en que cuanto comprendía la bóveda celeste giraba sobre la Tierra: la creencia dictaba que no podía ser de otro modo. Con el tiempo irían cambiando las cosas y poco a poco se cuestionarían los dogmas, aunque a distintas velocidades: mientras que en unos sitios se marchaba a velocidad crucero, en otros aún se quemaba a la gente. Pero -con todo- llegó el Renacimiento, hubo revoluciones, se eligió a los gobernantes, las mujeres pudieron votar, se gestó el estado de bienestar y se permitió otro tipo de familia.
Un buen día -como ocurre cíclicamente- a alguien que aspira a más se le ocurre volver a racionalizar que el sol gira alrededor de la tierra, y se enroca en convencernos de ello. Y puede que lo consiga, si no nos andamos alerta.