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adolescentes, amigos, cine, escritor, sábado por la tarde, tempus fugit
El periódico trae la noticia de que un par de buques de la flota japonesa han anclado en el puerto. Miro la foto, veo sus banderas e inmediatamente me retrotraigo varias décadas atrás, a cuando era preadolescente y transcurrían aquellos años a caballo entre los sesenta y los setenta.
Recuerdo las tardes veraniegas del sábado. A eso de las seis bajábamos todos a la calle y armábamos un par de equipos que disputaban un masivo partido de fútbol en un solar vacío, con porterías delimitadas por dos árboles a los lados y, por lo alto, a ojo de buen cubero. Ni estaba estipulado el tiempo que duraba el encuentro ni había media parte; salvo cuando caía un fugaz aguacero estival que nos obligaba a buscar refugio unos minutos, para luego reemprender nuestra afición. El equipo que antes llegaba a tantos goles (once por lo menos) ganaba. Así, los encuentros duraban hasta la hora de cenar, para solaz y sosiego de nuestras madres. Sigue leyendo